Tizgui Remz
Sabía
que estaba en una zona militar prohibida a los turistas pero quería visitar
aquel oasis a toda costa. Aquella fotografía del oasis de Tizgui Remz en un
viejo libro que cayó en mis manos y conservo con cariño fue la que terminó por
meterme el gusanillo del Sahara entre ceja y ceja. Los únicos antecedentes que
tenía es que en el marco de la ofensiva Huari Bumedian el Frente Polisario
había atacado en el verano de 1978 el oasis. Este constituye uno de los pocos
pasos que ofrece la larga muralla que es el Djebel Ouarkziz, es la frontera
natural con el Desierto del Sahara. Por otra parte es una de las últimas
localizaciones donde se avistó por última vez el cocodrilo del Nilo en
Marruecos en 1950.
Volvía
a la civilización después de veinte días nomadeando por el Sahara Atlántico y
ya no me importaba que me expulsaran de allí. Estaba decidido, iba a visitar
aquel oasis de la foto!
Con el tiempo he
descubierto que esa idílica imagen de los oasis y gueltas lo es para la vista y
preferentemente en foto. Hay otros elementos intrínsecos a la naturaleza de los
oasis como la concentración de
excrementos y orina de animales con sus consecuentes fragancias que pueden
llegar a marear sino a intoxicar (exageración de granaíno), los mosquitos… El aspecto del agua no aconseja de ninguna
manera el baño y además es posible que el agua de los pozos alrededor de ellos
esté contaminada.
La
pista va en paralelo a un río es un decir, eventualmente cuando llueve
puede llevar algo de agua aunque también puede correr de forma brutal y mortal
en forma de repentina riada después de una tormenta. Llegado a la altura del oasis debo
cruzarlo. Busco un camino que lo cruce, esa zona estuvo minada y solo debo
pisar sobre huellas recientes y bien marcadas. La espesa y alta vegetación del
río, cañas, me impiden ver el otro lado por lo que continuo por una estrecha
pista entre juncos y cañas buscando un paso. La orografía del terreno se
conforma de manera que los lugares entre montículos para acceder al oasis
conforman un triángulo equilátero en el que el oasis se sitúa en el ángulo
superior y ya había recorrido casi la base sin haber encontrado acceso al oasis.
No creo haberlo pasado, estos juncos y cañas no son como la selva de la costa
de Ecuador que nos cerraba el camino de un día para otro.
De repente de detrás de unos juncos salen dos
hombres mal vestidos apuntándome con sendos vetustos AK47. Pongo las dos manos
sobre el volante bien visibles mientras pienso: la cagué, que bonito trofeo se
van a llevar estos polisarios de los “territorios ocupados”, Tifariti está muy
cerca. Mientras uno se acerca a la ventanilla el otro permanece apuntándome
frente al coche a través del parabrisas. Me preguntar en francés a dónde voy,
de donde vengo y si no se que estoy en una zona militar prohibida. Respiro algo
más tranquilo, son soldados marroquíes y me parecían aún más asustados que
yo. No calma mi espíritu
totalmente en unos momentos, los armados eran ellos. Las Fuerzas Armadas Reales
aún conservan armamento diverso de origen soviético. Hablaron por radio con el
puesto del oasis y me indicaron que tomara un camino que había más adelante
para llegar a el, Uno de ellos se viene conmigo en el coche hasta el oasis.
Mereció la pena la visita, el lugar es espectacular Como es costumbre me piden
la documentación y les doy la “ficha” con mis datos y los del coche con mi
pasaporte para que no tengan que perder su tiempo y el mío transcribiendo
datos. El comandante del puesto es un teniente ya mayor, estará cerca de la
jubilación. Me pregunta qué hacía por allí en una zona militar y le conté la
verdad, quería ver ese oasis y había entrado a propósito en la zona militar. Se
echa a reír y me estrecha la mano de nuevo como un gesto de complicidad incluso
de aprobación. Continuamos hablando un rato sobre mi viaje mientras nos tomamos
unos tés bajo el sombrajo del puesto de la radio. Presta atención y pregunta
mucho, más bien cuestiones prácticas sobre mi manera de viajar y no los
interrogatorios encubiertos a los que me ha sometido en otro par de ocasiones
la Gendarmería Real, normalmente por encontrarme donde no debía.
Llevábamos más de una hora cuando le dije que me
iba a marchar. Me responde que es la hora de comer y me invita a hacerlo con
ellos. En principio rechazo por prudencia o estúpida cortesía pero me contesta
que en el desierto cuando hay comida se come, no se sabe lo que pasará después
así que acepto. Como es costumbre, abluciones de manos y cara, damos gracias a
Alá y el teniente corta los trozos de cordero con sus manos y pone en mi parte
del gran plato común el mejor trozo, es una cortesía habitual con los invitados.
Comemos rápido como suelen hacer, yo acabo el último y me tienen que esperar. El
tagine de cordero con verduras variadas estaba delicioso.
Tomando un te antes de irme me da unas
indicaciones para llegar hasta Foum el Hisn sin tocar asfalto y sin ser
importunado por sus colegas con la advertencia que su versión oficial siempre
sería que me mandó ir a buscar la carretera en Tizgui Remz Djedid, nuevo Tizgui
Remz. Todo un detalle por su parte. Nos despedimos con un abrazo. Finalmente
llegado al cruce que me indicó tuve muy serias dudas. Terminar sin pisar
asfalto hasta Foum el Hisn sería un bonito final para la ruta pero finalmente decido
ir a lo práctico y buscar la carretera escuchando la llamada de una de mis
pastelerías favoritas de Marruecos, la de Assa. Allí tomé un delicioso batido
de aguacate y un par de pasteles, o más, celebrando la visita a Tizgui Remz.
Además hice una buena provisión de dulces variados aunque no duró mucho.
Los encuentros con los militares marroquíes en
el Sahara en general me han dejado muy buenos momentos. Siempre es de agradecer
un rato de conversación cuando llevas días solo vagando por el desierto,
igualmente para ellos que pasan períodos de 15 días en un puesto perdido en
mitad de la nada. He comido con ellos, he dormido en algún puesto y he pasado muy
buenos ratos. Incluso con alguno que he coincidido varias veces hemos cultivado
una relación muy interesante. Le agrada que me interese el desierto que
disfrute allí mis vacaciones, pero como comandante de un puesto de la
Gendarmería, también son militares como la Guardia Civil en España, me dice que
soy su responsabilidad y nunca se queda tranquilo cuando continuo. Siempre me
insiste en que siga por carretera aunque no le hago caso. Salvo una vez que me
lo ordenó y cumplí, pero eso es otra historia que contaré en otra ocasión.
Aquello estaba lleno de militares y está fué la única imagen que pude captar furtivamente desde dentro de mi coche al salir del oasis |
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